Mtra. Danitza Covarrubias.
Mirarse en el espejo a los ojos, es un ejercicio que resulta a veces difícil, pues en el reflejo no solo nos proyecta la imagen física de nosotros mismos, nos significa mirarnos completos, con nuestro presente, nuestro pasado, con nuestras decisiones, y en general tenemos aspectos que no aceptamos.
En algunas ocasiones hay aspectos que nos es difícil aceptar, es nuestra historia, nos pregonamos como víctimas, más a veces al mirarnos al espejo nos confronta la realidad: somos responsables de sanar lo que nos lastimó, o de asumir que nuestras decisiones, actitudes, formas de vida nos trajeron a esta realidad presente.
Abrazar la realidad implica abrazarnos a nosotros mismos.
La dificultad muchas veces radica en el «por qué a mí?», «porque lo hice!?».
En muchas ocasiones la respuesta se encuentra entretejida con la historia familiar, con eventos pasados que sin percatarnos, o sin tener incluso conocimiento de ello, como una enfermedad genética que heredamos, de igual manera nos cae en el inconsciente desde donde actuamos.
Revisar nuestro árbol genealógico nos regala -además de otras bendiciones- las respuestas a estas preguntas, pues muchas veces tiene una función en el sistema familiar todo aquello que nos rehusamos a aceptar.
Tener estas comprensiones nos dan enormes avances en la auto aceptación, al «auto-perdón» pues nos dimensiona como partes ínfimas de algo mayor, en la que somos pieza. Esto por consiguiente nos encamina a algo mayor: mirarnos pequeños, ante un plan superior. Y volvemos al «así estaba planeado, así está bien, algún propósito tiene». Y nos pone entonces en un estado interno de humildad, donde el ego lastimado de vernos humanos cometiendo errores, nos re coloca en una humanidad de la que también somos parte, y nos coloca en el que diría yo es el estado original del espíritu: al servicio de la gran alma y a su plan en el que, aunque es un misterio para nosotros, confiamos; al servicio de la vida.