EL BUENO, EL MALO, EL HUMANO.…
Es común que en muchas cosas que se nos presentan en la vida las califiquemos de «bueno o malo». Ya sean personas, sucesos, o a nosotros mismos.
Aprendimos esto desde pequeños, ya sea por que nuestros padres nos lo enseñaron, o por la religión, o por la escuela, o por los cuentos, las historias, la televisión en las caricaturas, en las películas, etc. Siempre está presente en nuestras vidas.
Luego los niños nos interrogan: ¿él es bueno? ¿O es malo?
En una ocasión uno de mis hijos me preguntó ¿y yo soy malo mamá? Y me hizo pensar seriamente en este tema.
Yo no creo en la maldad. Creo en la lucha del ser humano por ser mejor. Creo en su ignorancia y falta de experiencia y que desde ahí toma decisiones. Creo en su necesidad, muchas veces, de llenar carencias y que de esa manera se pierde… Nos perdemos.
Incluso en las peleas, en los divorcios, solemos pensar que uno es el bueno y el otro el malo. Regañamos a un hijo y aplaudimos al otro. Nos polarizamos.
Pero, realmente, somos todo, somos ambas. O ninguna. Somos el que provoca la violencia. Somos los violentos. Somos los violentados. Somos los ciegos y los que buscamos mirar.
Y que tal si en lugar de juzgar, culpar, me cuestiono: que hice yo para que esto me sucediera? Como colaboro yo con esto? Finalmente estamos aquí en este mundo para crecer, para ser mas conscientes, para mejorar, para amar.
Y cómo amar desde el juicio? El juicio pone una distancia emocional para lograr sobrevivir. Y que si me dejo sentir? Y me dejo tocar por la experiencia? Y me crezco en ella tomando responsabilidad? Mi responsabilidad. Nos llevaría a otro tipo de relaciones, y seguramente a otro estilo de vida. Es enorme el compromiso de mirarnos de frente y sabernos reflejo en el otro. Mirar sin juicio y mirar con comprensión y búsqueda de crecimiento personal. Eso nos falta. Nos falta mirarnos entre todos y a nosotros mismos, sin el juicio de bueno o malo, solo mirarnos como HUMANOS.