LO QUE NO SE NOMBRA.
Mtra. Danitza Aideé Covarrubias Treviño.
“Sólo lo que se nombra cobra ser”. Nietzsche.
La realidad existe por sí misma. Pero a veces está ahí sin que la miremos, sin que seamos conscientes de ello. A veces dar nombre a las cosas les da existencia, y también entonces las podemos mirar. Mirarlas de frente nos modifica en todo nuestro ser. Desde nuestros pensamientos, nuestras emociones, sentimientos y por repercusión en nuestra conducta.
Más es importante saber para qué y desde dónde lo nombramos. Desde el juicio, desde la comprensión, desde la integración, desde el rechazo, desde una posición corporal de repulsión.
Ya sea a una persona, situación o diagnóstico.
Darle nombre a los seres les da existencia. Una manera de borrar de la existencia es no nombrar. Así sucede con algunos miembros de la familia. Ya sea por muerte temprana, trágica, demasiado dolorosa, o por vergüenza (homosexualidad, homicidio, delincuencia), a veces dejamos de nombrar a nuestros familiares. Al dejarlos de nombrar, los excluimos.
Al excluirlos no sabemos que condenamos a las siguientes generaciones, pues ellos en una manera amorosa de incluirlos, desde un amor inconsciente, repetirán su destino.
A veces muriendo, en una muerte no física, si no un “morir en vida”, en la que no se logra el éxito, y/o el amor en pareja, y/o la salud, por lo que no se disfruta estar vivo.
Darle nombre a una separación a través de la legalidad, de un divorcio, lo hace real, le da existencia. A veces lo evitamos para no mirarlo, para no afrontarlo.
A veces un diagnóstico, propio, o de nuestros hijos. Nombrarlo nos hace mirar hacia las consecuencias, hacia lo que viene, y a veces ese camino no queremos transitarlo.
Y podemos nombrar a las personas, a las situaciones y a los diagnósticos desde otro lado, desde un corazón que vive, y late con la realidad. Desde la valentía de avanzar en el camino que se nos presenta para crecer, para madurar, para hacernos más sabios y más amorosos con las historias de los demás. Podemos nombrar para ampliar la mirada, y para aceptar el camino espiritual que es ruta para regresar al Gran amor.
Nombremos pues lo real. Caminemos en la realidad, confiemos en que el camino es paso a la Luz, aunque tengamos que atravesar la obscuridad.