PAGAR EL PRECIO.
Psic. Consteladora Familiar DANITZA A. COVARRUBIAS.
Últimamente en las conversaciones con personas cercanas a mí me he ha llamado la atención un hecho frecuente, y es que los padres de los hijos cercanos a mí no quieren cumplir con sus obligaciones de padre, no quiere hacer ningún sacrificio.
Dada esta repetición me puse a reflexionar y quise dejar aquí algunas conclusiones y preguntas para compartir con ustedes:
Por una parte caí en cuenta que la forma en que nos convertimos en padres y madres, es radicalmente diferente. Mientras el hombre de una relación sexual y –casi siempre- de un orgasmo de pronto devienen padres. Esperan 9 meses para poder abrazar al fruto de ese acto.
En cambio las mujeres, inmediatamente después empieza a tener cambios, en algunos de los casos síntomas que son desagradables como náuseas, vómitos, dolores en senos… en el mejor de los casos sólo el cambio gradual del cuerpo y hormonal derivado del embarazo. La ropa empieza a no quedarnos, los pies se nos hinchan, nos duele la espalda, y el peso de nuestro bebé comienza a sentirse, y muchas intimidades más femeninas que está de más plantear. Después viene el nacimiento, en el que el hombre es espectador, y cuando mucho, tendrá que acompañar a la mujer al quirófano, o tina, o donde decidan el advenimiento; ver algunos elementos como sangre, tal vez uno que otro rasguño de la mujer adolorida, y por supuesto, algunos casos de hombres que asumen los gastos, (cesárea a la cartera), con una cuantiosa cantidad a pagar… finalmente, abraza al bebé… y es padre. La mujer por su parte, atraviesa, ya sea un parto, que en el mejor de los casos puede ser humanizado y digno, y aun así doloroso. Tal vez una episiotomía, tal vez un desgarre. Y peor aún atravesar una cirugía mayor en la que cortan su vientre para poder sacar al tan esperado bebé. Después de todo ese dolor, entonces podrá gozar y tener a su bebé en brazos –si es que no se lo arrebatan en el hospital para llevarle a cuneros, pero ese es otro tema.
El punto es que, para que una mama sea mamá, atraviesa por mucho! Mientras que el papá, prácticamente espera.
Ya nacido, suele ser igual. Mientras el padre admira todo el fenómeno, si acaso cambia algún pañal, o da algún biberón, la madre no duerme, alimenta al bebé de sus pechos de los que brota leche milagrosamente.
Y así… la mujer madre tiene por naturaleza mucho más que “sacrificar” que el hombre.
Sé que en general el mundo actualmente está peleado con la palabra “sacrificio” y reniegan, se niegan rotundamente a hacerlo.
En sus raíces etimológicas sacrificio viene del griego de “sacro oficio”. Acto o acción sagrada. Hacer sagradas las cosas, honrarlas, dignificarlas.
Desde ahí creo que se mira un poco diferente el “sacrificio”.
Por otra parte, si volvemos al significado “coloquial” de hacer un esfuerzo o trabajo para beneficiar a alguien. También aplica muy bien a la maternidad y la paternidad.
Creo que finalmente ser padre/ madre, e incluso ser pareja y convertirnos en familia requiere como todo pagar un precio. Es decir, elijo algo, y ese algo implica beneficios y también costos. Pero nos negamos a pagar el costo. Deseamos tener todo, tenerlo sin que nos cueste. Que todo salga bien y que no nos implique esfuerzo.
Hoy quiero tratar de entender a esos padres que no se sacrifican. Me imagino que al no pasar por tanto para lograr ser padres, no les implica en su concepto de paternidad “pagar” ningún precio, ni sacrificar nada. ¿Es así? Quiero reflexionar también en cómo ahora no queremos que nuestros hijos sufran, ni se esfuercen, ni paguen el costo de estar vivos. Les damos todo, y al mismo tiempo les quitamos lo más valioso: aprender que esta vida implica esfuerzo, y a la vez que son capaces de hacerlo, de lograr a base de ese esfuerzo sus deseos.
«Pues, ¿hacia dónde debo girar?
Hacia la vida, la vida plena, ahora.»
Bert Hellinger.